Camino a una intersección de la ruta, la mayoría en micro, otros en autos particulares, íbamos al encuentro del eslabón más importante en una familia, la madre. En la parroquia quedaron un grupo adornando el patio, mientras entre mates y charlas, gurises jugando, el humo de la parrilla daba sus primeras señales… algo se estaba gestando.
Al costado de la ruta, a la altura del Cristo, todos, incluyendo el chofer del colectivo, bajamos al asfalto. Un día hermoso, cálido y con un cierto airecito que corría y refrescaba. Cada tanto mirábamos al horizonte en la espera del micro que traería a la Virgen de Luján.
Banderas, remeras con frases, fotos de risas. Los automovilistas giraban sus cabezas para entender el por qué de tanta gente al costado de la ruta. Claro, mucha gente reunida da que pensar…
Apuesto a que nadie adivinó que esa gente, con sus miradas iluminadas, su plena predisposición y quien sabe con qué pesar a cuesta, estaba reunida a la espera de la Virgen.
Comenzamos a cantar entre palmas el himno del día: “la vida como viene vamos a recibir y dar al que no tiene la esperanza y la fuerza para vivir…”
Y apareció ella, la madre. Bajaba del micro custodiada por un centenar de personas que se sumaron al canto… había llegado… otra vez a destino, a dar lo que pocos pueden ofrecer, que es paz y esperanza.
Se la recibió con felicidad, con besos, con placer. Los nenes se acercaban a tocarla, interesados en lo brillante de las perlitas que la decoraban. Algunos a la distancia solo la mirábamos, en silencio… buscando en ese lapso una reflexión propia del instante. Fuimos elegidos cada uno, por ella, para que fuéramos a recibirla.
Luego continuamos con una procesión.
Comenzamos a caminar y el himno del día fue el impulso para que paso a paso hiciéramos camino.
Nuevamente, la gente que cruzábamos en nuestra marcha nos miraba… pero esta vez no estaban sorprendidos. Al frente, entre sirenas y banderas, la Madre se dejaba ver… muy por lo alto de nuestras cabezas nos guiaba. Era fácil de comprender que la fiesta era para ella, para darle las gracias por estar, por ser bendecidos y elegidos para acompañarla en su viaje.
Llegamos a la catedral y las puertas estaban abiertas de par en par. Volvimos a cantar y entre palmas bajaron a la Virgen. Verla entrar en la iglesia, mezclada entre todos sus hijos fue un verdadero acto de Amor.